jueves

La pedida de la novia, el ajuar, los regalos y la ceremonia

Todas comentan que en aquella época, la ceremonia de pedida de la novia era algo muy poco importante. Se hacia una cena con los padres de uno y de otro y nada más. Pero no había fiesta ninguna.
Manuela tiene recuerdos de cuando servía en casa de una familia pudiente de Ubrique:

“Me acuerdo de que yo estaba sirviendo en una casa y un día vinieron los consuegros a una cena porque se casaba una hija. Me acuerdo yo de aquello, que fue una cena mu importante”. (Manuela)
Manuela con su marido
“A la pedida... iban los padres de los dos. En este caso, mi prima, que hacia el papel de madre, y mis primos que ya estaban casaos. Una reunión normal, pero sin celebración ni nada. Ellos se conocían, pero nunca habían hablao mucho con él. Entonces los novios no entraban a comer ni nada. Iba a verme a casa, pero sólo se sentaba allí y hablábamos. Los muebles los pagaron los padres de él y toda la ropa de él. Yo lo mío: la ropa de cama, la ropa interior, el ajuar de cocina: platos, vasos, esto y lo otro, vaya to lo que hace falta pa una casa. Y luego, los amigos y vecinos te hacían un regalito, poca cosa. Por ejemplo: dos tazones con el plato de desayuno, licoreras de cristal, de esas mu bonitas, con un plato y unos vasitos de cristal.
Tazas y azucareros de un ajuar
Dos o tres azucareros, un frutero de cristal, las tacitas… tengo todavía unas muy graciosas que me regaló una muchacha… Esas me las llevé yo al campo y las puse en un chinero mu bonito que tenía allí”. (Pilar)
Pilar el dia de su boda
“Yo compré mis platos, mis pocillos, vasos de todas clases, una mesa redonda, seis sillas, un butanito de dos fuegos y luego, los colchones, que eran de lana”. (Gregoria)

La cocina de butano de la época

El mío era flex… Es que ya era otra época…”,  comenta Mª Luisa. 
Una muestra de lana de las que se usaban para los colchones 
Isabel amplia algo más su relato y comparte con nosotras otros aspectos de su boda, del ajuar y del convite.
 "Sus padres vinieron a hablar con mis padres pa preparar la boda. Verás … A mí él me puso un ultimátum. Fíjate que algunas se pensaban que yo estaba embarazá. Ahora me acuerdo... Él llevaba unas semanas fuera de la casa… to eso por la bebida. Sus padres le regañaban… Es que era la oveja negra de la familia. Se había ido a Sevilla, Granada… días y días…Me ponía un telegrama de cada sitio donde estaba. La madre le cayó mu malamente eso de que me pusiera los telegramas. Fíjate que lo que le pasara con sus padres nunca me lo dijo, vaya, que se ha muerto y no me lo ha dicho. Luego, a la vuelta, me dijo: Si tú me quieres, no me tienes que exigir mucho. Quería decir que no hiciera mucho gasto pa la boda. Y yo loquita… Mi madre iba comprando las cosas poco a poco, como se hacía entonces. Llevaría yo en el ajuar unos cincuenta vasos y un montón de pocillos, uno de un color, otro de otro. Una sartén, un perol… Me casé en el 1965.
Los novios y la madre de Isabel en medio
 Ese día me levanté y empezaron a prepararme y vestirme y mi suegra llegó y me dijo: ¡qué guapa! Ella quería que yo me fuera andando a la Iglesia, pero yo no, porque con los tacones… Yo quería un coche. Después la celebramos en un bar que era donde se celebraban muchas bodas. Le decía “El Pañolao”. Con tapas: jamón, queso, aceitunas… A mi boda yo creo que fueron unas doscientas personas. Es que mi suegra tenía diez hijos… , vaya mucha familia…
Mi traje fue muy bonito, blanco y con cola y velo largo… Alquilamos la casita al dueño de la fábrica, y él compró la habitación. El convite lo pagamos entre los dos. Trabajábamos los dos y por eso lo pagamos nosotros. Y la gente… como estuvimos tres meses desde que él volvió decían: “Este trae familia, este trae familia”. Pero vamos, que eso se supo luego, porque hasta los catorce meses no nació mi hijo. La verdad es que era un hombre detallista. Eran diez en la familia y siempre decía que era la oveja negra. Yo pensaba que la familia la había tomao con él, pero después, cuando lo conocí, me di cuenta de que tenían razón”. (Isabel)

“Yo me casé en el año 46. Dice Rafaela.
Tenía diecinueve años. Y nos casamos, pero sin permiso de mi familia. Yo quería bautizar a mi niña y un señor… se llamaba Robustiano, le escribió una carta a mi madre, pa que me dejara casarme por la Iglesia, porque así podía bautizar a la niña. Ya ella me mandó los papeles, pero no vino a la boda. Mi vestido era azul: un traje con manga larga, pero sin chaqueta. Nosotros no hicimos casi na. Vinieron los dueños del campo donde estábamos y los padrinos que eran también del campo. De familia, nadie”. (Rafaela)

“Yo fui de blanco. Mi cuñá me prestó el velo y la corona, porque llevaba mu poco tiempo casá y vine andando desde la cruz del Tajo toa la calle real hasta la Iglesia”. (Gregoria)

Y Mª Teresa se centra en una anécdota del día de la boda:

Fíjate, yo me acuerdo de una anécdota de ese día. Cuando salimos de la iglesia, por la calle real nos tuvimos que parar porque estaban descargando un camión… Yo también lo celebré en El Pañolao. Había dos salones. Nosotros fuimos a Sevilla y nos metieron a un tío mío en el coche, porque tenía que ir a un mandao a Sevilla, en el taxi. El que me llevó a la Iglesia era amigo de mi madre. Mi madre me hizo el vestido. Me lo hizo ella y una amiga: Anita, que cosía mu bien. El tocado también. El camisón, la combinación y esas cosas de la muda de novia, me lo trajeron de Sevilla”. (Mª Teresa)

Paca y Mª Luisa vinculan tristemente ese acontecimiento a la pérdida de sus respectivas madres. Es curioso, pero a finales de los sesenta del siglo XX, e incluso más tarde, aún se guardaba el luto durante muchos meses, con velo incluido. Así lo explican ellas:

Yo me casé a los pocos meses de la muerte de mi madre ( final de años sesenta) y me tuve que quitar el velo que todavía lo llevaba. Llevaba un traje de chaqueta negro. Año y medio lo llevé, hasta que me quité el luto.
Imagen de la época de una mujer con velo y ropa de luto
Pero pa la boda fui vestida de blanco, pero no se celebró na. Siempre me acordaré de que no invité a unos vecinos que teníamos mucha amistad y cuando llegamos de la Iglesia, los vecinos estaban haciéndole compañía a mi padre. Siempre me acordaré… le decían Antonio Vega. No pensé yo eso, porque no íbamos a celebrar na. Y me acuerdo de que me regaló esa familia media docena de vasos con filo dorao precioso. Ni hicimos invitaciones ni na. Yo me acordaba de que mi madre no me iba a ver vestida de novia y sufrí mucho. No fue un dia alegre. Luego, nos fuimos a Palma de Mallorca de Viaje de novios y mi mario me dijo: “A Palma de Mallorca no voy yo contigo vestía de negro”. Entré en una tienda en Sevilla y allí me compré ropa de color… dos cositas o tres”. (Paca)
Mª Luisa en pleno relato
Yo también me acordaba mucho de mi madre ese día. Nosotros fuimos en persona a invitar a cada familia. Fueron unas cien personas más o menos. No estábamos de acuerdo en hacer invitaciones. A mí me pasaba como a Paca, me acordaba mucho de mi madre, que ya no estaba”. (Mª Luisa)
Y todas coinciden en la forma cómo se celebraba el baile.


En la celebración se hacía baile. Normalmente con acordeón y bandurria. Sevillanas antiguas, los pasodobles, los abandolaos. Dos pasos pa´ lante y dos pasos pa´trás. Eran como malagueñas… o boleros... mu antiguos. Parecío a los verdiales, de por ahí de la parte de Málaga…”

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