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Ritos de paso: Las cuatro Marías

La vida de las personas en cualquier sociedad es una serie de tránsitos de una edad a otra, de una ocupación a otra, de un estado civil a otro. Cada ciclo vital, por ejemplo, se suele cerrar con algún ritual o costumbre, mediante la cual se deja atrás una etapa de la vida y se da paso a algo que todavía no conocemos y para lo que no estamos preparados. De ese modo, además, se informa a la comunidad de la nueva situación social de sus miembros. Así pues, los ritos de paso tienen ese sentido de marcar una transición, una frontera. Señalan esa especie de crisis entre un antes y un después en cada ciclo vital. Todas las culturas han desarrollado algún tipo de ceremonia, costumbre, o ritual para señalar los cambios de rol o de estatus de los individuos dentro de su comunidad. El nacimiento, la pubertad, el matrimonio o la muerte son ejemplos claros. En todos estos momentos y dependiendo de cada cultura y etapa histórica, se celebran rituales, aunque la mayoría de veces éstos son poco conscientes, por la fuerza que tiene la costumbre. Ciertamente, pocas veces nos preguntamos por qué hacemos lo que hacemos, simplemente actuamos como se espera que lo hagamos.

Aunque en el mundo actual estos cambios en la vida de las personas son muy difusos, no ocurría así en las sociedades tradicionales, en las que el lugar que ocupa cada individuo en su comunidad está marcado por la cultura y permite poca espontaneidad. Un ejemplo de esto lo tenemos en la España rural de hace pocas décadas.

Cuando a una joven le llegaba el momento de casarse, ese paso estaba completamente ritualizado. El proceso de transición entre un estado y otro no era algo individual o privado, sino que se consideraba un acontecimiento del que participaba de una u otra forma toda la comunidad.
Desde la pedida de mano de los padres del novio a la familia de la muchacha, momento en el que se hablaba del ajuar que cada uno aportaba, o de la financiación de la boda, se sucedían una serie de pasos, cada uno de los cuales había que cumplir.
En algunos pueblos andaluces, por ejemplo, la novia enseñaba el ajuar que ella misma había bordado. Se exponían las prendas de ropa íntima, las sábanas, toallas, manteles… en una habitación habilitada a ese fin. Las vecinas, amigas y familiares pasaban por allí y podían comprobar y comentar las dotes de la chica casadera para las labores de su género. Y no sólo eso, sino que de esa forma se marcaba el estatus social de la familia en cuestión. Porque sólo quien tenía mucho para enseñar, organizaba tal evento.  En Ubrique, algunas muchachas lo hacían, como es el caso de Pilar, que lo explicó así: 

"Yo me hice jueguecitos de sujetadores, bragas, camisones… todo hecho por mí y por mi prima. Antes se exponían las ropas de las novias. Mi prima se empeñó. Ella dijo:
- Anda, que tú tienes muchas cosas y muy bonitas. 
 Eso era una costumbre. Pasaban por allí las vecinas, las amigas… Una habitación entera, con todo expuesto" .
Rafaela y Gregoria observan con atención el sujetador del ajuar de Manola

Manola con un peinador, prenda muy habitual en la época en que se casó
 Otro de los rituales más conocidos, aunque muy diferente entre unos lugares y otros, es el de hacer la cama de los novios. Esta costumbre tenía sentido cuando la pareja (al menos en teoría) no había mantenido relaciones sexuales durante el noviazgo.

Sobre otras prendas bordadas, el sujetador, confeccionado por las manos de Manola.
La habitación constituía entonces una especie de altar, un lugar simbólico en el que se consumaba ese acto que culturalmente marcaba una frontera entre el antes y el después. De ahí que los novios quedaran al margen de ese ritual. Las jóvenes de la familia, o las amigas de la novia, sobre todo, se encargaban de hacer primorosamente la cama, aunque también se conocen otros aspectos de la cuestión ciertamente menos amables. Así ocurre con la costumbre de poner objetos, o productos variados debajo de las sábanas, o dejar el colchón de tal forma que durante la noche diera algún sustillo a los novios.
Prenda íntima de la época del ajuar de Manola
Sobre estas cuestiones nos hablan las mujeres de Ubrique. Llama la atención en este sentido, el ritual llamado de Las Cuatro Marías. Que las muchachas encargadas de hacer la cama tuviesen ese nombre hace pensar en la Virgen María y no sería extraño que todo ello estuviese relacionado con la virginidad que se esperaba de la novia. Lo dicho: no solemos preguntarnos el porqué de las cosas que hacemos. Así ocurre con ellas. Lo cuentan, pero no tienen una explicación sobre la costumbre.


"Aquí había una costumbre pa la preparación de la cama de la novia. Le llaman “Las cuatro Marías”. Cuatro muchachas con el nombre de Maria era las encargadas de hacer la cama. La novia no estaba presente en ese momento.
Sí… sí… Podía ser una cuñá, una vecina… pero cuatro Marias. Además metían una "Hoa" en la cama. Quiere decir una cosa de broma pa los novios. Cuando tu ibas a acostarte y chocabas con aquello. La cama no estaba bien, porque le ponían hasta garbanzos… aquello…había de to. ¡Pa hacer un puchero, vamos!
A mis hijas también se la hicieron tres Marías. A una de ellas fueron solteras, Pero a la otra, como no había suficientes solteras…la tuvo que hacer una casá... (Gregoria)
 A una amiga le cosieron las sábanas pa que no se pudieran meter dentro. Bromas así se hacían… (Mª Luisa)
A mí me metieron garbanzos, fideos, arroz…. ¡Ay qué pena!  (Isabel)
A mí me hizo mi prima mi camita y no me pusieron nada. Fueron también algunas amigas de la fábrica. Yo llevaba unos pocos juegos de sábanas de la Viuda de Tolrrás…todavía los tengo. Esas sábanas son más pequeñas y ahora ya no sirven. (Pilar)
A mí me la hizo una amiga que se llamaba María. La novia no la hacía. Todavía se hace eso de las cuatro Marías. Cuando se casó mi hija, estaban haciendo la cama y una de las primas dijo: una tiene que saltar encima de la cama y la que no quiera saltar ya sabemos por lo que es… (Manuela)"

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