jueves

Un buen marido... tenía que ser trabajador.

 "Un buen marido tenía que ser trabajador, que conociéramos a la familia: hijo de mengano… Si le gustaba el vinillo. Lo de bebedor… cuando se casan se echan a perder… "

Con esta frase respondieron las mujeres a la pregunta por el marido ideal en la época en que ellas tuvieron que elegir. Luego, fueron relatando, cada cual según su criterio, necesidad o valentía, las historias más o menos completas, las pequeñas anécdotas, los recuerdos que aún pueden aflorar, en torno a esa edad tan dulce, en la que todavía no eran capaces de vislumbrar el camino que seguirían sus vidas.


Estas fueron las deliciosas confesiones de Mª Luisa:


"(....)Yo no tenía pensamiento de novio. Quería estar con mis amigas… el juego, las risas… pasarlo bien. Estuve en Sevilla cinco o seis años y allí recuerdo cómo me gustaba cantar en la cocina, lo alegre que era. Y abajo vivía otra familia que tenían un sobrino que me escuchaba y siempre me decían: M. Luisa, ¿no te gusta mi sobrino? Que si por aquí… que si por allí… 
 
M. Luisa, muy joven, cosiendo en la puerta de su casa
Pero yo, aunque tenía pretendientes, también tenía claro que no quería novio hasta después de los dieciocho. Luego, me lo eché un poco más mayor, con veintitrés años. Como te digo, yo no echaba cuentas de los novios. Yo era como mu niña.
Yo lo que tenia era mucha fantasía… lo veía todo como las novelas de amor. Me enamoraba como mu platónico. Yo decía… hasta que no llegue el mío… A lo mejor cuando nos paseábamos, yo decía: ese muchachito qué mono. Durante un tiempo me estuve escribiendo con un muchacho de Sevilla. Cuando me escribía con ese muchacho, me hice ilusiones, pero tan lejos… en Madrid nos llegamos a ver. Fui con mi padre y él me vio, fuimos a misa, al retiro, cosas así. Me acuerdo que era mu alegre… sus ojos parece que me hablaban… Y también me acuerdo que le gustaba hablar mucho, Yo me sentía mujer con él. Me gustaban los rubios, aunque luego el mío fue moreno. Nos metíamos en el paseo por dentro, en el grupo de amigas, pa que no se acercaran. Pero yo no me daba cuenta de por qué hacíamos eso, ya te digo, es que era mu niña...
 M. Luisa en su primera juventud, con su grupo de amigas y amigos
Por entonces me acuerdo que se echaban muchas serenatas. A mí por lo menos me las echaban algunas veces. ¿Os acordáis de aquella canción que decía…? (...)
Ay María, mi María
     cinco letras de mujer….
cinco letras nada más
cinco letras cariñosas
que no olvidaré jamás





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Isabel habló de su relación casi infantil con el hombre con el que luego se casaría y al que perdió siendo muy joven.  
  
(...) Yo no he conocío na más que a mi mario. Con doce años ya nos conocíamos, ya ves lo que podría yo saber de la vida. Ni pa pasearse ni pa na. El hermano se paseaba con una prima,  que íbamos juntas y él se venia con nosotros. Paseos pa arriba y pa abajo… Venia del campo y ya estaba allí esperando. Mis padres no querían y también me tenia que esconder en el paseo… Los hermanos varones te vigilaban y tenían tanta autoridad como los padres. Así estuvimos hasta que a los dieciocho años le dieron permiso pa que entrara en la casa. Me llevaba un poquito más pa allá de la puerta y un dia se presentó en la casa y ya había hablado con él.  Que no se podía la mano "poncima", ni la manita... To era pecado.
Isabel con su novio
Una vez me vieron con la mano cogía y se lo dijeron a mi madre… Yo era una niña, con doce años y él… más o menos igual. Además empezó a beber de soltero. En la misma fábrica donde trabajaba, había una bodega y allí se pasaba las horas. Él era mu trabajador, pero lo perdía to ahí. Antes de ir a la mili y fue cada vez más, cada vez más. Yo era consciente, pero es que estaba ciega…, pero ciega… Bueno, seguramente no sabía que eso era tan malo y me iba a afectar tanto y que aunque él bebiera mi casa iba a ir pa´lante. Que todo era gloria bendita.
Foto familiar de Isabel
Si, sí, buenísimo, buena persona,  pero digo yo si puede ser buena persona alguien que no mira por su casa y por sus hijos. Un dia y otro y otro… eso he pensao muchas veces...  En esos primeros momentos era mu cariñoso, pero terminó de momento. Yo veo a la juventud… que no es que la critique, pero pienso que yo nací demasiado pronto, que no pudimos disfrutar nada (...)
                                              
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La historia de Gregoria se centra principalmente en el control que ejercían los padres sobre las muchachas casaderas y la poca libertad de la que gozaron las mujeres de esa generación. Estas fueron sus palabras:


(...) Yo en esa época decía: mira qué guapo está este o  aquel… eso sí, pero a mí nunca me dijeron na… Un amigo de mi hermano me dijo que estaba enamorao de mí y yo le dije: yo enamorá de ti no. Él me dijo: te tienes que arrepentir…  
Gregoria en el paseo con una amiga

 A la hora de salir, a mi mis padres… lo único que me decían era: a las diez aquí. Mientras había luz estábamos limpiando, lavando y haciendo cosas en la casa y en la calle después de las diez no me dejaban. Una vez me fui con un grupo de muchachas de la fábrica sin decirle na a mi padre. Íbamos treinta y tantas a Benahocaz andando. Estaban descargando un camión de cochinos… de las treinta una que iba delante, un cochino corriendo detrás de ella… fue un rato que era una pechá de reir con aquello. A la vuelta cuando llegué a mi casa… que veníamos por la carretera abajo cantando… bueno, ¡qué bien lo pasamos! Pero yo ni me acordaba de que no le había dicho na a mi padre. Cuando llego a mi casa le digo: Papá, ¿y mamá donde está…? Mi padre… ¡ Cómo se puso! Mi madre estaba ayudando a la vecina que tenia cuatro niños y le ayudaba muchas veces, y yo me tuve que poner a hacer la comida. Tendría yo  catorce o quince años entonces. Pero él como era tan fino… nos encontró. Yo le monté una bronca… Le dije que se lo diría a su padre, que no dejaba en paz a mi hermana. Al otro día se encontró en la barbería a mi padre y se pensaba que ya le iban a decir algo… se fue el muchacho porque estaba asustao. Al final se arregló con él y se casaron. No sé qué paso, pero dos años y pico estuvo así. Yo con mi novio cuatro años estuve, y de casá cuarenta y dos. (...)
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 Mientras cuenta cómo inició su relación, Manuela reflexiona, no sólo sobre su propia situación, sino sobre la mentalidad que se transmitía a las jóvenes casaderas y el lastre en que se podía convertir haber tenido un novio. Todo eso condicionaba totalmente la libertad de las muchachas en ese sentido.


Estas fueron sus palabras:

(...) Yo era mu joven, catorce años mas o menos. Aunque nosotros estábamos en el campo… cuando venia al pueblo lo veía. Yo entiendo que cuando se tiene una edad las cosas no se entienden. Que los padres te digan: que eres mu joven… que ya tendrás tiempo… eso a lo mejor en ese momento te duele, pero luego ya lo entiendes.
Manuela, una tarde de baile, pero muy sola
Yo me daba cuenta de que tener novio ya me ponía en una situación de que ya no podría tener otro novio. No hacía falta que hubiera habido una relación sexual con el muchacho. Creo que no tuve tiempo de tener fantasías… Él era guapito, a lo largo de los años ha sio una persona… bueno… Eso hay veces que no se puede explicar.
Manuela, con su novio en un día de campo
 Sabes que estás deseando de ver esa persona, como una obsesión… difícil de explicar. Como la historia de Encarna, yo creo que la falta de experiencia estaba en mi y él tenía experiencia. Yo veía profundamente que él tenía locura con mi físico, que no le caía bien que me miraran… No sé decir si eran celos… Bueno a mi me dicen que con doce años tenía el mismo cuerpo que ahora. Y después… siempre los mayores decían: se bebe un vasito, pero ¡es tan bueno…! Pero nunca te ha pegao… La mentalidad era esa (...)

Y varias de sus compañeras lo confirman de esta forma:
"Eso sí, si tu tenias más de un novio ya te criticaban mucho. Decían: ¡Esa, esa ya ha tenío novio y está harta… no de comer, sino … ya sabes … Pero vamos, a ver, ¿qué hartas podíamos estar…, que ni la manita nos dábamos…?"

Paca, a la izquierda, con su prima María Rios
Paca, con mucho sentido del humor, refiere al poder de persuasión que tenía en ese momento la religión católica sobre las jóvenes. Pilar, su compañera, tuvo que dejar de pertenecer a la Acción Católica, para poder expresarse con más espontaneidad con su novio, sin tantos sentimientos de culpa. Ella vuelve sobre el tema y explica:

(...) Me ha venío a la cabeza lo de la insignia. Yo también tenía insignia. Es que no se podía ir ni al cine ni al baile. Mi marío quería ir al baile en Sta. Maria. Yo no quería baile. Al día siguiente me dicen que mi novio estaba bailando con una… Y yo dije: fuera la insignia. ¿Voy a perder mi novio por la insignia…? ¡Ni mijita, vamos, ni mijita!
Vaya,  que en cuanto conocí a mi marío, es que…ir al cine de verano y que te pusiera el novio la mano por detrás…Que no podías llevar la insignia si hacía eso… ya ves, la mano por encima. Siempre se decía: "el buen paño en el arca se vende". Vaya que te tenías que quedar ahí guardándote… También digo una cosa: eso de ponerse en la calle a besarse y la pierna por arriba… eso no es disfrutar. Yo tenía un muchacho detrás, pero no me gustaba… Mi marío desde primera hora me llenó (...)

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