martes

A mi madre

La hija de Rafaela: Manuela, le dedica este sentido poema a su madre, a la que admira profundamente.

Poema a Chipiona

En este video podemos escuchar las palabras emocionadas de Rafaela. El poema que un día escribió recordando sus orígenes, hoy lo comparte con la gente de su pueblo, con la fuerza y la emoción que es capaz de contagiar al público asistente.

lunes

Homenaje a Rafaela en su pueblo: Chipiona

El pasado jueves, día 2 de febrero, se celebró en Chipiona un acto poético en el que participaron mujeres de varios pueblos de la provincia de Cádiz, entre ellos, Ubrique. Pero lo que habría que destacar de este evento, por su importancia sentimental, es el homenaje que se le tributó a Rafaela, una de las mujeres de la Asociación Preformación. Rafaela nació en Chipiona y vivió allí durante su infancia y parte de su juventud, hasta que se instaló en nuestro pueblo, cuando apenas tenía 18 años. Como ella misma cuenta en su historia, relatada en este mismo blog, se casó en Ubrique y fundó una gran familia de la que se siente muy orgullosa. Fue una tarde llena de cariño y emociones, parte de las cuales quedan reflejadas en este pequeño montaje. La voz de Rocio Jurado sirve de fondo musical y aviva la nostalgia de un tiempo perdido. 

miércoles

Mª Luisa hilvanando recuerdos de infancia

Hoy he pasado por donde estaba la huerta de mis padres. Aunque la entrada haya cambiado, porque allí han edificado una casa, reconozco muy bien donde estaba. Desde que mi padre la vendió hace ya 40 o 50 años…¡Ha pasado mucho tiempo!

Recuerdo que mi padre venía por las mañanas temprano  con la carga en la burra. Traía acelgas, coles, lechugas, rábanos , alcachofas, calabazas, pimientos, tomates, cardos, judías verdes y mucha variedad de fruta., como nísperos japoneses, nísperos de verano, naranjas, limones, sandías, melones, ciruelas de muchas clases, damascos, membrillos, granadas… En fin, que las huertas eran grandes y mi padre trabajaba desde el amanecer hasta que se ponía el sol y mis hermanos le ayudaban. 
Había allí una cochinera para criar los cerdos y todos los años se hacía la matanza de dos. También sembraba maíz. Recuerdo que nos poníamos a desgranar las mazorcas en la planta de arriba de la casa, para  después echárselas a los cerdos.  Todo esto me trae muy buenos y bonitos recuerdos. 
También recuerdo muchas veces que mi hermana Estrella me llevaba a una escuela, la mestra se llamaba Isabel  Becerra. Aquello era una casa particular. Supongo que ella vivía allí. Tenia una entrada y luego estaba lo que le llamaban el cuerpo de casa, o sala de estar. Había una mesa camilla  y cuando llovia o hacia frio nos sentábamos todas en nuestra sillita alrededor de la mesa. También tenia un patio y allí jugábamos. Al final del patio había una sala  con una pizarra y aprendíamos canciones . Yo será muy chica, porque no recuerdo bien todo.  Sería como una guardería. 
 De este sitio me llevaron a las monjas y allí había de todas las edades. Era una sala grande  y para entrar, teníamos que pasar por una más pequeña que estaban los más chicos.  En esa escuela aprendí todo lo básico. 

 Por las mañanas teníamos escritura, dictado, aritmética, geografía y dibujo. Por la tarde hacíamos labores: vainica, punto de cruiz… mientras rezábamos el rosario.
Algunas tardes salíamos al recreo y de vez en cuando de excursión, a dar un paseo por el campo.
Recuerdo que jugábamos mucho en la calle, con las amigas.  Los juegos eran: el yo-yo, el tocade, a botar la pelota, saltar la comba, a las prendas, cantando  canciones como Antón pirulero, Donde están las llaves, etc. Dentro del  corro bailábamos, mientras las demás  cantaban, con las manos en la cintura, la que salía sacaba a otra y volvía al corro y así sucesivamente, todas salían a bailar. Lo pasábamos muy bien. Cuando había que recogerse decíamos:
-     ¿Qué hay en la plaza?
-    ¡Calabaza!
-     ¿Y qué tiene dentro? ¡Pepitas!
-    Pues cada una a su casita
-    ¿Qué hay en la plaza?
-    ¡Perejil!
-    Pues cada una a su casita a dormir

Nuestras madres nos enseñaban a fregar los platos, a barrer, a quitar el polvo, a cocinas, a coser a hacer recados… de todo.
En verano, con el buen tiempo y la falta de lluvia, los hortelanos iban a regar a la huerta  Entre ellos se arreglaban para que todos pudieran disponer del agua suficiente. Mi madre le bajaba la comida a mi padre en un canasto y a mi me gustaba ir con ella.

 Llevábamos una sombrilla para que no nos diera mucho el sol y allí comíamos los tres en el porche de la casa, a la sombra de la parra,  con un níspero grande que había al lado. A mi me gustaba subir por unas escalera de madera  al soberao de la casa y allí había algarrobas para los cochinos, pero a mi me gustaba comerlas, aunque me madre me reñía:
¡Anda, hija, no te comas eso…!

Canciones de cuna



Varias tardes disfrutamos del gusto y la memoria musical de nuestras compañeras de taller, y escuchamos varias nanas, a cual de todas más tiernas y hermosas. Aunque con nervios y la voz temblorosa, María Rios se lanzó y luego le siguió Mª Luisa.
 

La larga espera

Durante años, mientras las jóvenes esperaban al hombre de su vida y la celebración de la boda que las uniría a él para siempre, se afanaban con las labores: el croché, los encajes de bolillos, los bordados y la confección del ajuar. Costumbres que se han dado en muchas culturas y diferentes épocas.


martes

Parirás con dolor: el cumplimiento de un mandato mítico

Dar a luz... Nuestras mujeres vivieron esta experiencia en épocas distintas, ya que sus edades son muy dispares. Entre Leonor, una mujer de 85 años,  y Mª Luisa, que está en la década de los sesenta, por ejemplo, hay veinte años de diferencia;  suficientes, como para que los partos de una y otra se hicieran en unas condiciones diferentes. Los recursos y las  prácticas sanitarias habían  cambiado. La primera tuvo a la mayoria de sus hijos en los años cincuenta, en la casa familiar, ayudada por una comadrona;  sin embargo, en la época de Mª Luisa, los años setenta, las mujeres iban a parir al hospital más cercano. De todo hay en el grupo, incluso las que ni siquiera necesitaron a una persona titulada, como es el caso de Manola. Durante siglos esa fue la práctica habitual: la casa, una mujer más o menos entendida, y más tarde, una matrona con una cierta formación teórico-práctica. De hecho, el hospital se consideraba el lugar menos indicado para este acto que todas las mujeres aceptaban como algo totalmente natural, para el que sus cuerpos estaban perfectamente preparados. 
Parto en la época medieval
Las que asistieron a las sesiones en las que tratamos este acontecimiento, nos relatan todo lo relacionado con su experiencia: el proceso del parto, el lugar, los acompañantes, las prácticas higiénicas, etc.

Pilar: Sin saber yo… fíjate que inocencia… que no sabía ni como venían los niños. Fui de viaje de novios a El Corpus de Granada. Tuve suerte que antes no se iba a ningún sitio. Pues nada, que empecé… “Yo estoy más mala…” como cuando está una empachá y más abajo, allí en la misma finca, una vecina que vivía en un chozo y le digo: “Mira ¿no tienes tú los chocolates esos de purgantes que se le daban a los niños…? Ella me dijo… “Yo sí que tengo, pero mira: te la doy, pero si tienes dudas de algo, no te lo vayas a tomar” El chocolate lo puse en una tacita, en un chinero que yo tenía, y allí puse el chocolate, porque aquello fue p´lante… Pero… ¿Te das cuenta de no saber…? Enseguía te daban el purgante… 

M. Luisa:  Cuando tuve el primero me estuve diez días ingresá. Cinco días esperando, con dolores y sin poder levantarme, porque no me dejaban. Al quinto día me puse que era el colmo. Me pusieron en una sillita de ruedas, pero me ponen en una camilla en la sala de partos y me dejaron sola. Yo no sabía na de na así que allí mojadita, to el jugo que tenía pa nacer el niño se me salió. El camisón estaba chorreando. Aguas y todo. Mu mal recuerdo. Si a mí me cogen en estos tiempos yo denuncio el caso, porque entonces nos tenían asustás. No nos podíamos quejar, ni gritar, ni na. Nos decían: “Claro, cuando estabas haciéndolo no te dolía na. Eso decían las matronas. Me dejó toa la noche y entonces por la mañana, antes de que entraran los médico,s se liaron las matronas y ¡me decían de cosas! Asustándome… que me iban a poner los fórceps, que si esto, que si lo otro... Así que yo vi el cielo abierto cuando vi al médico. A ellas les cayó mu mal cuando le dije al médico que me alegraba que viniera. Hasta me hicieron un hematoma grandísimo y estuve cinco dias más con el niño.

Gregoria: Yo tuve a mi niña en La Maternidad de Sevilla, porque entonces trabajaba allí mi marío y alquilamos una habitación para estar cerca cuando naciera. Luego tuve otro embarazo, pero se me murió la criatura. Cuando ya estaba de ocho meses, fui a Ronda porque estaba mu hinchá, mu hinchá, y me mandó unas pastillas pa orinar. Tenía que orinar en la escupidera. En dos días me quedé sequita, desidratá. Entonces fui al médico de aquí, Don Diego, y él me dijo que la niña estaba muerta. Un palo grande, la verdad. El médico me dijo: “Si mañana si a las 8 de la mañana tú no te has puesto mala, te vienes”. Pues yo no me puse mala. Así que nos vamos a maternidad me metió en el borriquete, me pusieron dos goteros, y estuve cinco horas apretando en el borriquete. Nació muerta y con una dificultad que nunca he sabido lo que era. Yo lloraba mucho, pero el médico me dijo: “No llores, que Dios sabe qué ha hecho contigo”. Al otro día me fui a ca mi madre y a los tres días me vino una embolia y me llevaron a Jerez, luego al Puerto de Sta. María. El director no quería que saliera de allí, aunque era una clínica que tenía mala fama. Mi hermano quería llevarme a Cádiz, que tenía buena gente. Tuvieron que ir a Don Francisco, luego al Instituto Nacional de Previsión, que había un hombre que había hecho la guerra con mi padre y se conocían. Al final me llevaron a ese hospital y yo inconsciente. Me vio un médico de Sevilla y me dijo que había que llevarme al Rocío de Sevilla. Me llevaron inconsciente (estuve así 19 días) Allí fue donde empecé a sangrar y a chillar y eso me salvó. Había médicos que no me querían tocar…. Me quedó la mano mal y llevo 34 años y aquí estoy.
Mª Teresa: Mis embarazos primeros bien. Después tuve una niña y estuve muy mal. No nacía, los dolores se me fueron. En la Maternidad mi madre se plantó con el médico y la matrona, que era de aquí: Mariquita. Las dos me llevaron a Jerez. Luego, con el otro embarazo, tuve también una hemorragia y unos calenturones… La niña no contaban con ella. Yo la acompañaba (dice Pilar) y le dije al médico que no la dejaran sola. Estuvo toda la noche y no le hacían caso. Esa fue en la segunda.
Leonor: Yo nací en el año 25. Tengo 85 años desde Enero. Os voy a contar el parto de mi madre, cuando yo nací. Ella me lo contó a mí y por eso sé tantos detalles.


Yo soy mu nerviosa… mu dinámica… y mi madre me decía: “Mi hija es como nació”. Resulta que los antiguos siempre estaban peleaos… Bueno, yo nunca los vi juntos a mis padres. Un matrimonio como el mío no. Nunca los vi juntos hacerse ni una caricia y somos siete hermanos. Tuvo un varón que se llamaba Félix, por uno de mis abuelos. El otro se llamaba Felipe, y cuando tenía que tener otro varón, mi madre decía que no le iba a poner Felipe. Y mira qué insignificancia. Se peleaban por eso. Se fue cada uno a su casa. Ella en la calle Ronda y él a la calle Remedios, que vivía mi abuela. Pues na, que nació mi hermano y mi padre estaba entrando en Ubrique, que no estaba él en el pueblo. Pues aprovechó que le dijeron: tu mujer ha tenío un niño y fue al registro y le puso Felipe. Siguieron peleaos y ya cuando hicieron las paces se quedó embarazá de mi. Mi abuela no tenía luz eléctrica...mira si soy vieja.
Tenía el quinqué de petróleo. Y ahora decía que mi padre ponía los cerillos debajo de la almohada por si se ponía mala mi madre… Pues ahora ella con los dolores, y no le decía a mi padre que estaba de parto, por no hablarle. Se tragó los dolores, dolores, y dolores. Y ya tenía su ropita prepará y esas cosas. Pues nada, que cuando le entró la gana de apretar, se puso de pié y ahora dice que me caía yo, que se le caía la niña. Cogió el cernadero y se lo puso así. Y dice: “Curro, curro, levántate que estoy mala”. Pero la niña ya estaba afuera. Mi padre se levantó y cogió los cerillos y mi madre, sin darse cuenta, le dio un manotazo y se le cayeron. y ahora… sin luz… Se quedaron sin luz. Entonces mi padre salió corriendo a la vecina y dejó a mi madre con la niña en la mano. La mujer me decía: “Esta niña vive porque tenía los días cumplíos. Fíjate qué insignificancia. Por no hablarse y mi madre por cabezonería… reventaba y no le avisaba de que estaba de parto.
Y mis partos… pues no se preparaba nada. El primero es lo más malo, porque yo soy mu dura de matriz. Dicen que es como de cuero. Con cuarenta años me vinieron dos en dos años. Ya tenía las tres mayores. Cuando te lo sientes en el vientre... Había nació una niña sietemesina y yo tenía ictericia y fui al médico y va y me dice que estoy embarazá. No le pegué por chiripa. Qué enfado me entró, chiquilla, qué enfado. Ya tenía yo tres mujeres y me pusieron la casa como un kiosco de regalos que me trajeron. Pues bueno, le digo al médico: ¿Cómo voy a estar yo embarazá si no he visto el periodo? Porque yo le daba el pecho a mi niña que tenía pocos meses. Estaba criando. Ya estaba yo de 5 meses y no se lo quería decir a nadie, ni a mi mario. Me hizo una bata ancha Ana Maria la de Filomena…y no me la quitaba. Y aquella noche, duchándome… de la rabia que yo pasé cuando Don Manuel me dijo que estaba embarazá, y yo que no que no, que no puedo estar embarazá; pues eso, que aquella misma noche, duchándome, fue cuando yo me lo sentí por primera vez que se movía. Total, que me pasó como a mi madre cuando yo nací. Cuando me llegó la hora, vinieron mis hijas a comer y yo sin decir que tenía dolores… y la casa como un kiosco… ¿Cómo les decía yo que estaba mala…? Pues le digo a mi cuñá Mariana: Que estoy de parto. Ella me dice: ¿Tan pronto?... Claro, es que cuando se lo dije estaba de cinco meses… Mis niñas, a una, la que tenía 7 u 8 años, la mandé por un búcaro de agua fresca, y a otra la mandé a otro lao. Vino el médico y Remedios la Floria, que vivía un poco más abajo- Entre los dos lo recogieron. Lo que hizo el médico fue cortar el cordón…. Yo reventaba y cuando dijo ya está, llegó. Es la única vez que entró un medico en mi casa paz los partos. El niño estaba fuera cuando llegó el médico.
Nos poníamos en las camas. Como no tenían cabeceros las camas, pa agarrarte. Te ponían una sábana pa agarrarte fuerte y tumbá apretando. Los dos picos de las sábanas cogías y aguantando.
Gregoria: Yo con mi segunda, que estuve toa la noche… A mí el médico me dijo: “Cuando tú te notes los dolores mu fuertes entonces me llamas… Cada cinco minutos”. Pues bueno, eso fue a las 7 de la tarde, y a las 6 menos cuarto de la mañana no podía estar ni en la cama ni en la butaca ni en ninguna parte y ya llamé a mi hermano, que me llevó a maternidad. Allí me ingresaron y había una mujer que llevaba cinco horas en el borriquete. Pues la bajó y me subió a mí porque estaba de parto y en 5 minutos estaba afuera. Mi marío se quedó afuera y lo llamó el médico y le dijo: “Ven aquí que tú te crees que sólo va a parir tu mujer…” pues me recogió a mi niña… pero se mareó y tuvo que asistirlo.
Pilar: Mi marío también estuvo una de las veces, la otra estaba en el campo, porque estábamos en el campo… pero el segundo estaba en casa y ella que era mu graciosa… y dijo: “Ven aquí que vas a ver parir…” y allí estuvo. Pero no era normal que los hombres estuvieran en el parto.
Isabel: Desde las cinco de la mañana estuve yo aguantando pa que mi marío no se enterara de que estaba mala. Pero vamos, qué te voy a decir… por qué… porque bebía muchísimo y yo quería que estuviera en condiciones pa el parto, porque si no, no servía pa na. Pa que no bebiera, y que no se fuera al bar, yo me pasé la noche dando paseítos y le decía: “Estate ahí acostaito”. Y ya hasta que no podía más y llamó a mi madre y luego a Bartolito. Pero estuve toa la noche hasta que llegó Bartolito, el practicante.
M. Luisa: En los tiempos nuestros ya no se tenían en casa. Mi hermana los tuvo mu bien en su casa. La abuela de mi madre recogía a los niños. A mí me visitaba Mariquita. Una noche fui yo a las 11 de la noche… sola, porque aquella tarde estuve yo planchando, dejándolo to preparao… y mi marío se fue.

REMEDIOS, MEDICAMENTOS Y UTENSILIOS PARA EL PARTO
Se solía poner canela cocía y matalahúva, como una infusión. Era pa darte fuerza y vitalidad. Dicen que quita el sueño la canela y otros que dan fuerza. No se usaban guantes en el parto. Se lavaban bien las manos. Isabel ya sí tenía guantes.

Pa la cura del ombligo, le poníamos una cosa que le llamaban polvos de azof. Gasa esterilizada de la farmacia, con pinzas. Mariquita, la matrona, venia unos días después del parto, los bañaba y les curaba la tripita. Y seguía viniendo a visitar a niño, hasta que se le caía el ombligo. Las que paríamos en el hospital salíamos ya sin tripa ni na.
Había partos que era una barbaridad. No nos enseñaban ni…, ni gimnasia, ni respiraciones, ni na. Era monstruoso.
Hoy en el hospital…es otra cosa… te ponen una inyección… o algo. Pero cuánta gente moría en el parto… mujeres que todas conocemos murieron. No se sabía lo que pasaba, pero se morían porque estaban atravesaos, con el cordón en el cuello, pero nacieron muchos muertos… antes era mu normal. También con la placenta previa… de nalgas... 
Y de reposo después… ya me dirás…
Manola: Tuve yo a mi niño a las 3 de mañana en el chozo. Lo recogí primero yo. Luego vino una mujer mayor que le llamaban la coneja. Teníamos un chozo sin luz, con un candil de gasoil: la candileja…que le decían: una torcia y gasoil.
Mi marío se vino a Ubrique, porque queríamos venirnos aquí. Yo tenía mis cosas pa irme a Algar a tener al niño. Le dije a mi marío: “No te vayas que yo estoy mala, y no te puedo planchar ni el pantalón de tela, que estoy mala y ni puedo”. Pero nada, él se fue y me quedé sola. Llamé a Encarnita, la de Paquito José, una muchacha que no tendría más de veintitantos años. Me puso una silla baja en la espalda,y vino mi niño enseguía. Lo cogí en mi Cernadero y le dije que llamara a Maria la Coneja que recogía a los niños. Ella me dijo: “Tu traes otro…” Yo no había ido al médico y no sabía na. Pero era una especie de úlcera de sangre que había tenío una caída y se me hizo eso de sangre. Y no fui al médico ni na. Total, a las nueve de la mañana estaba yo haciéndome el café.
Y pa comer maté a una gallina, me tomé mi caldo y fideos, un poquito arroz mu claro, y eso es lo que se comía. Se decía que la gallina daba más leche. Las sardinas también se decía que daba mucha leche.
Al niño lo bañábamos a diario. Mi cernadero y mis cosas pa vestirlo, la palangana, una palangana mu grande de esas de porcelana. Tenía su toalla pa él. Se le daba unas cucharaditas de hierba Luisa, si tenía dolor de barriga...

                                LOS PREMATUROS

Isabel: El mío lo tuve yo más de un mes sin moverlo. Sin abrir la ventana, con una botella de agua caliente y que nadie fuera a verlo. Porque nació con seis meses… dos kilos quinientos gramos pesaba. Durante la cuarentena mi madre venia a bañarlo cada día.
Leonor: Paz mi Félix, tenía yo una cunita de mimbre y le ponía dos botellas de agua caliente a los laos, porque nació dos meses antes. Y con el frio que hacía…

                                        LAS MATRONAS

Isabel: Yo recuerdo que a mi el primero me lo recogió Bartolito, el practicante. La matrona estaba mala y entonces me los recogió él. Yo puse las sábanas limpias y luego él vino y mi madre. Normalmente estaban las madres y la matrona.
Manola: Pues a mí no me venía nadie, ni madre ni suegra. Mi madre siempre estuvo inválida y como yo vivía en el campo… La primera la tuve en El Algar, y una tía mía se ofreció a venir a ayudarme y ella fue la que me recogió al primero. Yo tenía mi cernadero, mi ropita y mis cosas y ella lo recogió.
Leonor: Mariquita... todavía vive... y ella era Matrona. Debe de tener ochenta y tantos años. Ella cuando los niños ya nacían en la maternidad, se colocó en el ambulatorio y reconocía a las madres y las mandaba al hospital. Había una, la madre no tenía título. A mí me recogió a la sietemesina. Esa era matrona. Pero la madre, Lucía, no tenia título y era la que recogía a to los niños en el pueblo. El que podía se iba al hospital, pero morían muchísimos niños en el parto y muchas mujeres.
Pilar: Isabel llevaba siempre su maletín. Yo la verdad no sé lo que llevaba en el maletín. Ella decía: “Esto es lo que a mí me gusta: trapos blancos y limpios”. Pero esas, que tengo yo que recoger… que había de to… que no tienen ni un trapo…
 Las comadronas apenas hacían nada mientras el parto. A mí me decía: “Esto está aquí ya…” No hacía casi na, esperaba… ¡Ya viene, ya viene…! Ayudaba a sacarlo, lo cogía y la niña igual. Ellas no cosían…
M. Luisa: La madre de Isabel ya recogía a los niños. Era una aficioná, no era matrona ni na. Luego Isabel si tenía el título.
Leonor: ¡Pero si nos rajábamos...! Toas… toas estamos rajás… y la que diga que no, miente, porque no nos cosían…
Lo que preparábamos era: Sábanas limpias, los celnaderos, su hllo... to lo necesario pa el parto. Y hacíamos el ajuar nosotras:
Camisita, batita de maguita larga, la mantilla de muletón, el metió, el culero, la faja, el ombliguero.
Yo hice la ropita: la mantilla, el culero, el metió, el pañal, las camisitas, las cortábamos, las batitas, to... ¡Pues no tenían trapos los niños! Entonces no dejábamos el ombligo como ahora. Cuando se le caía, se ponía la fajita hasta que estaba ya totalmente curao.
Pilar: Yo tenía una cunita de palma que me hizo mi marío que en paz descanse, preciosa.
Con su respaldo más alto de detrás… tan bien hecha… se la vestimos. Le compré una tela mu bonita y me lo hizo mi prima… como si fuera… aquello un lujo, como ni había carritos ni na de eso…