jueves

Camino del matrimonio

  En este capítulo asistimos a los relatos de cortejo, noviazgo y preparación de la boda. 


Aquellas muchachas abandonaron lo que debía haber sido el “paraíso” de la infancia. Algunas, ya sabían de las miradas de los chavales, al cruzarse por la calle; los pequeños disimulos cuando coincidían en algún sitio, “casi” por casualidad; las serenatas en las noches claras de primavera. Se estaba preparando un nuevo tiempo para ellas, pronto llegaría el amor; estaba a punto de aparecer ese muchacho, trabajador, serio, sin vicios, que podía convertirse en el hombre con el que formar su propia familia. Eso era lo que tenía más valor, lo que siempre decían los mayores.
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 El trabajo era una exigencia para sacar adelante una familia, y el hombre, teóricamente, el responsable económico. Los varones tenían que mostrar socialmente esa cualidad para ser valorados y aceptados por la mujer que pretendieran, y también por la familia de ésta. Claro que ganar el sustento diario no era suficiente. Un hombre que se distraía en la taberna más de lo conveniente, quedaba más o menos descartado como buen marido. En definitiva: ser trabajador y no tener vicios como la bebida y el juego, era lo más apreciado entre las cualidades de los jóvenes casaderos. 
Grupo de muchachas ubriqueñas. Sobre los años 50
Lo del príncipe azul sólo ocurría en los cuentos y en las películas, pero había que ser realistas. Sin embargo, ha sido hermoso comprobar que, a pesar de todo surgían enamoramientos de esos que incluso el tiempo no ha podido borrar. Lo comprobaremos, sobre todo en los relatos de Rafaela y Pilar, las dos mayores del grupo. Varias veces, mientras compartían con el grupo su experiencia y sus ilusiones jóvenes, sus ojos se han inundado de lágrimas. La emoción ha estado presente en las dos, porque además, ambas se han solas con la muerte de sus “hombres”.

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Por otra parte, a las muchachas se les exigía, sobre todo ser honesta y mejor si no había tenido novio formal. Esta condición estaba justificada por el enorme valor que se le daba a la virginidad. Hablamos de una época en la que la principal virtud femenina era la pureza, la “santa ignorancia” en todo lo que refería al contacto con el propio cuerpo y, naturalmente, el más mínimo contacto con el otro sexo ya se consideraba algo pecaminoso y sospechoso. Quedarse “pa vestir santos” significaba pasar a ser una “solterona”, sin marido ni hijos de quien ocuparse. 
Todas coinciden en la gran cantidad de restricciones que tuvieron en las relaciones con el otro sexo durante la época del cortejo y el cuidado que debían tener para no ser criticadas ni tachadas de chicas fáciles. En los refranes y dichos populares estaba presente esta visión sobre las jóvenes: “Moza que mucho va a la fuente anda en boca de la gente”. 
Uno de tantos carteles propagandísticos hacia el papel de las mujeres en la familia
 La Iglesia tenía un gran protagonismo en este control.  Varias de ellas hablan de que en un momento dado se tuvieron que quitar la insignia de Acción Católica, porque ser una joven con insignia te exigía mucho y ellas no querían perder al hombre que habían elegido. Los mensajes que recibían las jóvenes iban dirigidos, como reza el cartel, a ser la esposa perfecta, pero lo peor era que se les negaba la posibilidad del deseo, y sobre todo, de la más mínima expresión de afecto con los muchachos de su edad, incluído el novio, que debía esperar a la noche de novios sin haber apenas besado la mejilla de la joven. 
Las asociaciones católicas de los años cincuenta del siglo XX, no sólo en España, sino en los paises de tradición cristiana,  imprimieron estas imágenes con sus correspondientes mensajes, dirigidos claramente a hacer de las mujeres seres sin intereses ni necesidades;  esposas sumisas. Por el contrario, el hombre quedaba como el "Rey de la casa", al que había que complacer, al que habia que evitar cualquier trabajo extra, cualquier preocupación... Ahí estaba ella, para hacerle la vida agradable, sin quejas, sin pedir explicaciones cuando no llegaba a casa a la hora adecuada, ya que al fin y al cabo la vida de él era la verdaderamente importante. Siempre tenía buenos motivos, hiciese lo que hiciese.  Sin palabras.  
     FUENTE: http://www.chicaregia.com/forward/11-reglas-para-mantener-a-tu-marido-feliz/ No conozco de donde procede el original. 

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