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SOBRE LA ACCIÓN CATÓLICA EN ESPAÑA, DESDE LA II REPÚBLICA

La rama femenina de Acción Católica consiguió movilizar ya durante la II República a un gran número de mujeres con el fin de practicar la caridad, la regeneración cristiana de la familia y la moralización de una sociedad amenazada por la laicización y la corrupción de las costumbres. La victoria de Franco en la contienda, quien había sido apoyado y legitimado en su cruzada o contrarrevolución por la Iglesia católica, creó las condiciones adecuadas para que se desarrollaran organizaciones católicas como la que nos ocupa, pues estos grupos compartían con el régimen un mismo proyecto socio-político y una misma ideología conservadora, católica y nacionalista.
En cuanto al encuadramiento y control de la población femenina, la rama de mujeres de Acción Católica y la Sección Femenina tenían discursos muy similares sobre las mujeres y perseguían el objetivo común de socializarlas en la función que el régimen les asignaba dentro de la estructura social. Esto motivó que las relaciones entre Acción Católica de mujeres y la Sección Femenina se caracterizaran por la competencia, pues ambas organizaciones compartían el objetivo común de movilizar a la población femenina, los mismos ámbitos de actuación (asistenciales, educativos y sociales), el interés por controlar a los mismos grupos de mujeres (obreras, maestras y enfermeras), e incluso algunas de las actividades que organizaban (escuelas hogar, ocupación del tiempo de ocio, práctica de la beneficencia).
La Sección Femenina veía a la rama femenina de Acción Católica como su más fuerte competidora a la hora de alcanzar sus objetivos, es decir, atraer la atención de la población femenina para su posterior encuadramiento y adoctrinamiento en los valores del Movimiento. Y no era para menos, puesto que tras varias décadas de existencia, Acción Católica contaba con un elevado grado de implantación y un gran potencial organizativo, habiendo conseguido establecerse en numerosas localidades de Aragón. A pesar de la afinidad ideológica y de objetivos entre la Sección Femenina y Acción Católica, la competencia entre ambas organizaciones derivó inevitablemente en unas relaciones de desconfianza mutua. Sin embargo, de cara a la opinión pública se intentó ofrecer una imagen de cordialidad organizando a menudo actividades conjuntas, siendo éstas siempre de carácter religioso.
Como hemos comentado anteriormente, las actividades que realizaban las mujeres de Acción Católica estaban dirigidas a sectores socio-profesionales de la población femenina similares a los que orientaba su labor la Sección Femenina. Así pues, la rama femenina de Acción Católica inauguró “escuelas de hogar” para madres necesitadas y también “escuelas dominicales” para las chicas de servicio. En las primeras se impartían enseñanzas similares a las ofrecidas en la escuelas de formación de la Sección Femenina con el fin de formar a las madres para que cumplieran mejor con su misión, premiándoles también con obsequios que remediaran sus necesidades económicas; mientras que en las segundas, se trataba de formar a las mujeres que trabajaban para los grupos sociales acomodados. A partir de 1940 la Juventud Femenina de Acción Católica intensificó la labor formativa que ya se venía realizando con las mujeres obreras, creando escuelas o centros donde se les enseñaba a leer, escribir, catecismo, cocina, corte y confección, mecanografía y labores.
Ambas organizaciones intentaron igualmente atraer a maestras y enfermeras, dos sectores profesionales en los que estaban ocupadas una buena parte de las mujeres de clase media y media-baja. También en el terreno asistencial reclamó la rama femenina de Acción Católica su parcela de actuación, a través del ejercicio de la caridad, la cual constituía una práctica muy arraigada en el seno de la Iglesia Católica. Ahora bien, aunque la Sección Femenina y Acción Católica persiguieran el mismo fin de socorrer a las familias necesitadas por medio de la entrega de alimentos, medicinas, ropas y limosnas, existía una diferencia entre ambas en cuanto a la utilización de los métodos de asistencia. Aun sin abandonar una práctica asistencial basada en la caridad y en la beneficencia (como ponen de manifiesto las colectas y postulaciones), la Sección Femenina buscaba en último término la profesionalización del personal dedicado a estas tareas por medio de cursos de capacitación y mediante el uso de informes e inspecciones.
A pesar de compartir terrenos de actuación, actividades y grupos de mujeres a los que dirigir su mensaje, la rama femenina de Acción Católica primó en todas sus actividades y actos públicos los contenidos religiosos y moralizadores sobre otras componentes. Mientras que la Sección Femenina, pese a introducir un tinte religioso en todas sus actividades, siempre se presentaba públicamente como una organización política, algunos de cuyos actos (la gimnasia o los campamentos de juventudes) nunca fueron bien vistos por las jerarquías eclesiásticas en los primeros años 40. No obstante, la adaptación de la Sección Femenina a la ideología nacional-católica del régimen franquista exigía el reforzamiento de los contenidos religiosos y de las normas morales tanto en la retórica como en el funcionamiento de las secciones femeninas. Otra diferencia entre ambas organizaciones fue el puritanismo extremo que predicaba Acción Católica en cuanto al aspecto externo de las mujeres, lo cual contrastaba con una actitud más “liberal” al respecto por parte de la Sección Femenina. Y para concluir, mencionar que los cuadros directivos de las mujeres de Acción Católica estaban compuestos por una población femenina de extracción social más elevada que las de la Sección Femenina.

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