miércoles

SOBRE LA ACCIÓN CATÓLICA EN ESPAÑA, DESDE LA II REPÚBLICA

La rama femenina de Acción Católica consiguió movilizar ya durante la II República a un gran número de mujeres con el fin de practicar la caridad, la regeneración cristiana de la familia y la moralización de una sociedad amenazada por la laicización y la corrupción de las costumbres. La victoria de Franco en la contienda, quien había sido apoyado y legitimado en su cruzada o contrarrevolución por la Iglesia católica, creó las condiciones adecuadas para que se desarrollaran organizaciones católicas como la que nos ocupa, pues estos grupos compartían con el régimen un mismo proyecto socio-político y una misma ideología conservadora, católica y nacionalista.
En cuanto al encuadramiento y control de la población femenina, la rama de mujeres de Acción Católica y la Sección Femenina tenían discursos muy similares sobre las mujeres y perseguían el objetivo común de socializarlas en la función que el régimen les asignaba dentro de la estructura social. Esto motivó que las relaciones entre Acción Católica de mujeres y la Sección Femenina se caracterizaran por la competencia, pues ambas organizaciones compartían el objetivo común de movilizar a la población femenina, los mismos ámbitos de actuación (asistenciales, educativos y sociales), el interés por controlar a los mismos grupos de mujeres (obreras, maestras y enfermeras), e incluso algunas de las actividades que organizaban (escuelas hogar, ocupación del tiempo de ocio, práctica de la beneficencia).
La Sección Femenina veía a la rama femenina de Acción Católica como su más fuerte competidora a la hora de alcanzar sus objetivos, es decir, atraer la atención de la población femenina para su posterior encuadramiento y adoctrinamiento en los valores del Movimiento. Y no era para menos, puesto que tras varias décadas de existencia, Acción Católica contaba con un elevado grado de implantación y un gran potencial organizativo, habiendo conseguido establecerse en numerosas localidades de Aragón. A pesar de la afinidad ideológica y de objetivos entre la Sección Femenina y Acción Católica, la competencia entre ambas organizaciones derivó inevitablemente en unas relaciones de desconfianza mutua. Sin embargo, de cara a la opinión pública se intentó ofrecer una imagen de cordialidad organizando a menudo actividades conjuntas, siendo éstas siempre de carácter religioso.
Como hemos comentado anteriormente, las actividades que realizaban las mujeres de Acción Católica estaban dirigidas a sectores socio-profesionales de la población femenina similares a los que orientaba su labor la Sección Femenina. Así pues, la rama femenina de Acción Católica inauguró “escuelas de hogar” para madres necesitadas y también “escuelas dominicales” para las chicas de servicio. En las primeras se impartían enseñanzas similares a las ofrecidas en la escuelas de formación de la Sección Femenina con el fin de formar a las madres para que cumplieran mejor con su misión, premiándoles también con obsequios que remediaran sus necesidades económicas; mientras que en las segundas, se trataba de formar a las mujeres que trabajaban para los grupos sociales acomodados. A partir de 1940 la Juventud Femenina de Acción Católica intensificó la labor formativa que ya se venía realizando con las mujeres obreras, creando escuelas o centros donde se les enseñaba a leer, escribir, catecismo, cocina, corte y confección, mecanografía y labores.
Ambas organizaciones intentaron igualmente atraer a maestras y enfermeras, dos sectores profesionales en los que estaban ocupadas una buena parte de las mujeres de clase media y media-baja. También en el terreno asistencial reclamó la rama femenina de Acción Católica su parcela de actuación, a través del ejercicio de la caridad, la cual constituía una práctica muy arraigada en el seno de la Iglesia Católica. Ahora bien, aunque la Sección Femenina y Acción Católica persiguieran el mismo fin de socorrer a las familias necesitadas por medio de la entrega de alimentos, medicinas, ropas y limosnas, existía una diferencia entre ambas en cuanto a la utilización de los métodos de asistencia. Aun sin abandonar una práctica asistencial basada en la caridad y en la beneficencia (como ponen de manifiesto las colectas y postulaciones), la Sección Femenina buscaba en último término la profesionalización del personal dedicado a estas tareas por medio de cursos de capacitación y mediante el uso de informes e inspecciones.
A pesar de compartir terrenos de actuación, actividades y grupos de mujeres a los que dirigir su mensaje, la rama femenina de Acción Católica primó en todas sus actividades y actos públicos los contenidos religiosos y moralizadores sobre otras componentes. Mientras que la Sección Femenina, pese a introducir un tinte religioso en todas sus actividades, siempre se presentaba públicamente como una organización política, algunos de cuyos actos (la gimnasia o los campamentos de juventudes) nunca fueron bien vistos por las jerarquías eclesiásticas en los primeros años 40. No obstante, la adaptación de la Sección Femenina a la ideología nacional-católica del régimen franquista exigía el reforzamiento de los contenidos religiosos y de las normas morales tanto en la retórica como en el funcionamiento de las secciones femeninas. Otra diferencia entre ambas organizaciones fue el puritanismo extremo que predicaba Acción Católica en cuanto al aspecto externo de las mujeres, lo cual contrastaba con una actitud más “liberal” al respecto por parte de la Sección Femenina. Y para concluir, mencionar que los cuadros directivos de las mujeres de Acción Católica estaban compuestos por una población femenina de extracción social más elevada que las de la Sección Femenina.

sábado

Manola: mi mario... fue el único novio que tuve

Mi padre era capataz y criaba cochinos con un señor de Arcos. Los padres de mi marío eran rancheros y cuando pasábamos por allí, por la verea, nos veían y así nos conocimos. Ese es el único novio que tuve.

Mi boda fue mu normalita. Primero porque vivíamos en el campo. Me casé en 1960, con 24 años. Después de casá fue cuando me vine aquí a Ubrique. Primero viví en casa de mi suegra, en un cortijo a la vera de Espera, La Zorrilla…. y luego ya a Ubrique, pero ya tenía yo la segunda niña.

Manola, junto a su novio vestida de fiesta
Yo vivía en el campo, pero teníamos una casa en el pueblo Algar. A las 12 de la mañana nos casamos. Se fue a la casa, la familia y se tomaron unas cosas… La familia y las vecinas. Una mesa grande, con unas convidaitas con lo que fuera, dulces y bebidas. Mi madrina hizo tortitas en el horno, que también se pusieron, con bebidas. Yo iba de peina, con mantilla… Llevaba un traje largo en gris. En esa época era normal ir de mantilla. Lo blanco era las personas que tenía dinero, con alfombra colorá, mucho lujo. En el año 60 era raro que nos vistiéramos de blanco. Mi hermana, por ejemplo, que se casó con un guardia civil se vistió de blanco. Su suegra era de rancho y se lo compró to. Nosotros somos seis hembras y tres fuimos de blanco y las otras de color. Los padrinos fueron unos vecinos del cortijo. Lo normal era que fueran de la familia. Pero también si los vecinos querían…, si ellos se prestaban y les parecía bien a los padres. Francisco y Catalina se llamaban mis padrinos. Había la costumbre de que si se casaban viudos, la gente les cantaban coplas, se les ponían latas amarrás en la bestia, pa que hicieran ruido, o si tenían coche en el coche… era una costumbre que ya no se hace. 
La clásica peina española
El viaje de novios... Ya ves lo que hicimos: desde El Algar a Arcos, en los amarillos, y desde Arcos, andando, al cortijo La Zorrilla, cerca de Espera. Llegué a las 3 y a las 4 tenía que tener unas lonas hechas pa que mi marío se fuera a segar. Los manguitos y lo que se ponía en las piernas pa no romper la ropa. Eso en el mismo día, así que, fíjate que viaje de novios.
Al año de casarnos vino un niño. Y mi marío se fue al servicio cuando yo tenía ya el niño.
Si pienso en los años que han pasao...Lo mejor de mi vida… Cuando era soltera y estaba con mi madre, porque no tenía cargos ninguno. Mi madre nos tenía un baulito a cada hermana, y allí metíamos nuestra ropa cada una. Nos hacíamos los delantales, poníamos almidón… Nos preparábamos pa ir a bailar el día de San Juan y nos hacíamos los vestidos… y mi padrastro nos traía por la noche. Yo eso lo recuerdo con mucho cariño...Luego to son preocupaciones y cargos… penas y disgustos… además mi mario siempre ha estao malo.

viernes

El gran amor de Pilar. ¡Es que mi marido era guapo!

El mío, aunque era del campo… El vivía… trabajaba en esa finca que se llama La Alcaría, que creo que era de unos condes. Pues los muchachos que había allí estaban mu educaos... Allí había casas pa tos los trabajadores… colegios, comida… una iglesia...
Yo no quería un novio del campo. A veces, los veía una aquí en el pueblo, bueno a mi por lo menos no me gustaban porque eran mu brutos. Cuando se acercó a mí ese muchacho…, qué te voy a decir, que me gustaba.
El apuesto  novio de Pilar
Te voy a decir los paseos que dábamos las muchachas los domingos. Plaza pa´rriba, plaza pa´bajo. Una parte pa ricos y otra pa pobres. Había una diferencia, porque el lado izquierdo era donde estaba el casino y allí era el lao de ellos y la derecha los pobres. Pero a mí me gustaba el lao de los ricos, no vayas a creerte. Los muchachos paseaban y se iban acercando. Hablaban un poco te preguntaban y ya se veía que querían algo… y una también quería…, pero una tenía su orgullo… no creas… Pues entonces yo ya lo había visto… me gustó, la verdad, pero no sabía quién era. Todo los de La Alcaría venían cada quince días más o menos.
El camino hacia la Alcaría, en la actualidad
Total, que un día estaba yo en la esquina de mi calle, con dos o tres muchachas y él se paró y me dijo: ¿quieres que te acompañe? Pues yo le dije que sí, porque a mí me gustaba… Como era un ángel… Bueno, antes tuve yo un novio dos o tres años. Era de Ubrique, ¿sabes…? Bueno, yo lo querría, pero como quise a mi mario… no, ni hablar. Era otra cosa. A ese primer novio lo criaron unas tías porque no tenía madre. Siempre reñíamos. A mí me habían inculcao siempre que yo compartiera, que yo no me paseara, que si llega un muchacho… que tuviera mucha vista. Pero además la Iglesia, me inculcaron mucho la Iglesia, y con ese primero, la Iglesia me tiraba a mí mas que el novio. Porque llegaba una feria… y es natural que él quisiera ir al baile y yo que no, que era pecado, el cine igual, que era pecado. Es que nada… Pa más INRI tuve la insignia de Benjamina de Juventud de Acción Católica.
Folletos de Acción Católica años 50
 Total, que el muchacho se cansó. Como yo no le tenía mucho apego… Ahora que cuando yo me hice novia de mi novio, entonces sí que me quité la insignia. Me quité de acción católica. (con sonrisa pícara)
La pareja en el paseo
Hay muchos recuerdos… Lo que yo pienso muchas veces es que nos hemos perdio mucho los mayores… de aquel hombre que tú querías tanto… No has podido… disfrutar de ese hombre. Si yo no lo podía besar… mira que yo tengo una rebeldía, porque…¡ lo quería tanto…!,¿por qué no podía yo decirle: ¡ay, como te quiero…! ?
Te voy a decir… Es que mi marido era guapo. Las muchachas me decían: ¿ese es tu novio…? ¿Ha venio de Barcelona, de Cádiz o de Jerez…? Ellas no pensaban que era del campo. Mi suegra es que tenía a sus hijos…con aquellas chaquetas blancas, con un tipazo, ¿no te ibas a enamorar…? La chaqueta blanca, el pantalón de mil rallas…
En aquella época los novios hablaban en la puerta, pero a mi no me dejaron. Mi prima dice: aquí, en casa… Porque había un cuerpo casa, una estufita y allí nos sentábamos … Nosotros lo que hacíamos allí, pues… hablar. (cara y ojos expresivos, de felicidad) En invierno una copita… La mano cogía… las alcahuetas… mirando…
Luego, más tarde, mis suegros que fueron a presentarse pa que nos conociéramos… Llegaron por mandaos a Ubrique Estuvieron hablando con mi prima y mi hermano. Ellos le dijeron: Ya sabemos que vuestro hijo quiere a Pilar y eso… Yo a mi suegra no la conocía. A mí no me dejaban ni ir a la boda de mi cuñá… porque era en el cortijo. Al final me dieron el sí. ¡Y no llovia na ese día…! Hasta La Alcaría, que era la boda tuve que ir lloviendo. Llegué… como pa presentarme delante de mi suegra… Yo tenía más de 20 años…
Al año de ser novios, como ellos eran de la Alcaría, trabajaba con su padre y como le salió una colocación, guardando una finca, quería irse, y pa que no se fuera solo… tenía prisa por casarse… Porque antes no se compraba, había que hacer el ajuar. Yo tenía que hacerlo. No podía casarme tan pronto. Sus padres… su madre, en particular, le preocupaba que él se fuera solo y se tuviera que arreglar todo. Yo tenía mi segunda madre, la madre de M. Teresa. Ella era… buenísima…bueno, me lo hizo to.

Prenda ropa íntima de la época
A la pedida. Iban los padres de los dos. En este caso, mi prima, que hacia el papel de madre, y mis primos que ya estaban casaos. Una reunión normal, pero sin celebración ni nada. Ellos se conocían, pero nunca habían hablao mucho con él. Entonces los novios no entraban a comer ni nada. Iba a verme a casa, pero sólo se sentaba allí y hablábamos.
Los muebles los pagaron los padres de él y toda la ropa de él. Yo lo mío: la ropa de cama, la ropa interior, el ajuar de cocina: platos, vasos, esto y lo otro, vaya to lo que hace falta pa una casa. Yo me hice jueguecitos de sujetadores, bragas, camisones… todo hecho por mí y por mi prima. Antes se exponían las ropas de las novias. Mi prima se empeñó. Ella dijo: anda, que tú tienes muchas cosas y muy bonitas. Eso era una costumbre. Pasaban por allí las vecinas, las amigas… Una habitación entera, con todo expuesto.

Detalle de bordado en una prenda íntima
Yo me amueblé una casita alquilada con sus muebles pa poner mis cosas, pero yo no viví allí porque me fui al campo. Tenía una cama de hierro y con metal. Esa cama era de la abuela de M. Teresa, la cómoda era de mi madre. Una mesa que la hizo mi marido, y las sillas del campo: de tomiza Eso es lo que teníamos. La casa del campo era grande y había que llenarla. Hizo tres mesas: una redondita, y luego lo menos seis sillas y en la cocina, donde estaba el horno y el anafe de guisar, otra cocina y sus sillas. En la habitación dos sillitas y ya está. 
Cabezal de cama de hierro

Poemas que Pilar ha guardado de aquella época.   

Yo quiero que tu me escribas
Y que sea sin tardar
Pues tu sabes que yo te quiero
Con cariño, de verdad

……………………….

Aquí va mi corazón
Dividido en mil pedazos
Te lo mando por correo
Para que descanse en tus brazos


Sillas de enea
Para saber más sobre el cortijo La Alcaría: http://www.entornoajerez.com/ 


jueves

Camino del matrimonio

  En este capítulo asistimos a los relatos de cortejo, noviazgo y preparación de la boda. 


Aquellas muchachas abandonaron lo que debía haber sido el “paraíso” de la infancia. Algunas, ya sabían de las miradas de los chavales, al cruzarse por la calle; los pequeños disimulos cuando coincidían en algún sitio, “casi” por casualidad; las serenatas en las noches claras de primavera. Se estaba preparando un nuevo tiempo para ellas, pronto llegaría el amor; estaba a punto de aparecer ese muchacho, trabajador, serio, sin vicios, que podía convertirse en el hombre con el que formar su propia familia. Eso era lo que tenía más valor, lo que siempre decían los mayores.
http://collagedememories.blogspot.com/
 El trabajo era una exigencia para sacar adelante una familia, y el hombre, teóricamente, el responsable económico. Los varones tenían que mostrar socialmente esa cualidad para ser valorados y aceptados por la mujer que pretendieran, y también por la familia de ésta. Claro que ganar el sustento diario no era suficiente. Un hombre que se distraía en la taberna más de lo conveniente, quedaba más o menos descartado como buen marido. En definitiva: ser trabajador y no tener vicios como la bebida y el juego, era lo más apreciado entre las cualidades de los jóvenes casaderos. 
Grupo de muchachas ubriqueñas. Sobre los años 50
Lo del príncipe azul sólo ocurría en los cuentos y en las películas, pero había que ser realistas. Sin embargo, ha sido hermoso comprobar que, a pesar de todo surgían enamoramientos de esos que incluso el tiempo no ha podido borrar. Lo comprobaremos, sobre todo en los relatos de Rafaela y Pilar, las dos mayores del grupo. Varias veces, mientras compartían con el grupo su experiencia y sus ilusiones jóvenes, sus ojos se han inundado de lágrimas. La emoción ha estado presente en las dos, porque además, ambas se han solas con la muerte de sus “hombres”.

http://eljardindemiduende.blogspot.com/
Por otra parte, a las muchachas se les exigía, sobre todo ser honesta y mejor si no había tenido novio formal. Esta condición estaba justificada por el enorme valor que se le daba a la virginidad. Hablamos de una época en la que la principal virtud femenina era la pureza, la “santa ignorancia” en todo lo que refería al contacto con el propio cuerpo y, naturalmente, el más mínimo contacto con el otro sexo ya se consideraba algo pecaminoso y sospechoso. Quedarse “pa vestir santos” significaba pasar a ser una “solterona”, sin marido ni hijos de quien ocuparse. 
Todas coinciden en la gran cantidad de restricciones que tuvieron en las relaciones con el otro sexo durante la época del cortejo y el cuidado que debían tener para no ser criticadas ni tachadas de chicas fáciles. En los refranes y dichos populares estaba presente esta visión sobre las jóvenes: “Moza que mucho va a la fuente anda en boca de la gente”. 
Uno de tantos carteles propagandísticos hacia el papel de las mujeres en la familia
 La Iglesia tenía un gran protagonismo en este control.  Varias de ellas hablan de que en un momento dado se tuvieron que quitar la insignia de Acción Católica, porque ser una joven con insignia te exigía mucho y ellas no querían perder al hombre que habían elegido. Los mensajes que recibían las jóvenes iban dirigidos, como reza el cartel, a ser la esposa perfecta, pero lo peor era que se les negaba la posibilidad del deseo, y sobre todo, de la más mínima expresión de afecto con los muchachos de su edad, incluído el novio, que debía esperar a la noche de novios sin haber apenas besado la mejilla de la joven. 
Las asociaciones católicas de los años cincuenta del siglo XX, no sólo en España, sino en los paises de tradición cristiana,  imprimieron estas imágenes con sus correspondientes mensajes, dirigidos claramente a hacer de las mujeres seres sin intereses ni necesidades;  esposas sumisas. Por el contrario, el hombre quedaba como el "Rey de la casa", al que había que complacer, al que habia que evitar cualquier trabajo extra, cualquier preocupación... Ahí estaba ella, para hacerle la vida agradable, sin quejas, sin pedir explicaciones cuando no llegaba a casa a la hora adecuada, ya que al fin y al cabo la vida de él era la verdaderamente importante. Siempre tenía buenos motivos, hiciese lo que hiciese.  Sin palabras.  
     FUENTE: http://www.chicaregia.com/forward/11-reglas-para-mantener-a-tu-marido-feliz/ No conozco de donde procede el original. 

martes

¿La regla...? A nosotras nadie nos enseñaba nada

Las historias que fueron desgranando las mujeres del taller nos acercan a una vivencia muy importante para las niñas: la llegada de la menstruación. Con la llegada de la primera regla, las niñas abandonan su infancia; esto es un hecho incuestionable en todas las sociedades. La posibilidad de poder procrear es la que marca ese paso, de ahí que menstruación y sexualidad estén tan íntimamente ligadas en la educación y la vivencia de las adolescentes.
La mayoría de las niñas aún estaba en periodo de escolaridad
Pero la época en que nuestras protagonistas pasaron por esta experiencia convirtió algo tan natural en un auténtico tabú. Las adolescentes recibían informaciones poco precisas, sobre todo a través de las amigas o las hermanas mayores, eso sí, siempre revestidas de un gran secretismo y demasiadas supersticiones. La mayoría coinciden en ambos. 
Estas son las palabras de Rafaela sobre ese momento de transición:

“A mí con 12 años me vino la regla. Yo estaba con una señorita en Jerez. Ella me dijo: escríbele a tu madre y le dices que ha venío tu tío Pepe a verte. Y yo pensaba, ¿qué tío Pepe…? Pero que antes las madres no nos enseñaban. A mí fue la señorita la que me explicó to y me daba los pañillos. Lo que yo sé hacer me lo enseñaron mis señoritas. A mí me sentaban en la estufita, cuando acababa de fregar y me explicaban delante de un reloj cómo se sabía la hora y muchas más cosas que me enseñaron. Yo aprendí mucho sirviendo”.

Curiosamente entre Rafaela o Pilar, las mayores del grupo, y la más joven,  no ha cambiado  casi nada, a pesar de que hay entre ellas veinte años de diferencia. Además de los mismos silencios y miedos, las supersticiones todavía permanecían en la memoria colectiva de los pueblos. Los recuerdos de ellas nos llevan a la conclusión siguiente: la posguerra duró muchos años y aún al principio de los años sesenta, en el mundo rural, la vida cotidiana estaba presidida por dos leyes no escritas: la ley del silencio y la de la obediencia a la autoridad. Mediante el silencio, permanecían ocultas todas aquellas cosas que la moral del régimen y de la Iglesia Católica afín consideraba tabúes. A través de la obediencia a la autoridad, se conseguía que los mensajes que transmitían la escuela, la iglesia, y todos los poderes del Estado, fueran considerados por todos como algo verdadero que no tenía discusión. 
Algunas parecían mayores
Manuela se explica su silencio y confusión de este modo:

“A mí me vino con 12 años. Allí había una chica en el rancho. Era de Algar. Ella me asustó mucho porque era mayor y me decía: como tú se lo digas a tu madre se va a pensar que es otra cosa, como diciendo que yo había estao con un muchacho o algo así. Y la puñetera me dijo eso. Pues no veas, que tardé varios días en decírselo a mi madre. Mi hermana mayor estaba en Ubrique y no se lo podía decir”.

Escuchando los relatos de estas mujeres, nos hacemos cargo de los sentimientos ambivalentes de aquellas muchachas. Ellas veían que sus cuerpos estaban experimentando cambios evidentes, que las alejaba cada día un poco más de la infancia y las acercaba a otra etapa, lo cual les producía una especie de inquietud y desasosiego muy agradables. Y es que eso de ser mujer parecía otorgar a la niña otra categoría; nada que pudieran explicar de forma muy clara, pero para ellas era como una aspiración que estaba presente en sus conversaciones. Pero al mismo tiempo que se fomentaba esa especie de deseo por entrar en el mundo femenino adulto, los silencios y las medías palabras alrededor de la regla, la sexualidad, y el cuerpo, eran una fuente de inseguridad y miedo. La mayoría del grupo comenta este hecho y hacen referencia a cómo vivieron ellas esa etapa. Porque la regla no dejaba de ser “eso” tan desconocido y “sucio” que les tenía que pasar a todas, pero que nadie explicaba.
Gregoria
Por eso Gregoria habla de cómo han cambiado las cosas, pues ella, a pesar de que no tuvo ninguna información, sí habló a sus hijas sobre la regla. Desde luego son otros tiempos.

“A mi mi madre decirme… como yo a mis hijas que les he explicao lo de la regla, lo que pasa con los niños, o los muchachos, que quieren darte un beso y luego… otra cosa. A mí nunca me dijo na mi madre”
Y Teresa comenta: “A mí mi madre, a pesar de lo avanzá que era, no me dijo nada. Además, aquí estábamos mu separaos los muchachos y las  muchachas. Además éramos de acción católica y no íbamos ni al cine porque eran de TRES ERRE…, vaya que no nos juntábamos mucho como en las ciudades. No se decía na claro... A los homosexuales se les decía de la cáscara amarga, o sarasa,  esas cosas eran tabú"
No es extraño, que las muchachas escondieran sus primeras manchas e intentaran llevarlo en secreto, al menos en sus casas. Al final, la madre se enteraba de forma casual y a algunas lo que más les preocupaba era que los trapos manchados no estuvieran a la vista, que los hombres de la casa no los vieran.
Sin embargo se solía hacer público de forma indirecta eso de la niña ya es una mujer. Era una forma de hacer saber que la jovencita entraba en el mundo adulto y pronto sería una muchacha casadera.

“Ya eres mujer… eso sí se decía. También se decía a las vecinas y familia: ya mi niña ha rodao las escaleras. Como había la creencia de que con 12 años o 13 si no había rodao las escaleras eras machorra, entonces los padres lo daban a conocer porque podías tener hijos. Yo tenía casi 16 cuando rodé las escaleras y vaya si tuve que escuchar cosas de mis amigas sobre eso”.  
Manola hecha toda una jovencita
Todas las sociedades conocidas tienen ciertos tabúes y prohibiciones para esta etapa de la vida. La mayoría de estos tabúes tienen un origen antiguo, de cuando nadie podía dar explicaciones racionales, médicas o científicas a la realidad. El mundo mágico y la superstición sustituían a esas explicaciones, aunque para las personas que vivían en esa situación, podían ser tan ciertas, como para nosotros hoy en día cualquier diagnóstico médico. Esto es lo que comentaron todas sobre este particular.

“No lavarse la cabeza, ni los pies en agua fría, ni comer melón, no amasar ni entrar en la sala de amasar, ni las matanzas las podían hacer las mujeres… si estaban con la regla”.

Algunos de estos tabúes que explican nuestras protagonistas se relacionan con la comida, otros con la higiene, otros con las plantas… Todas recuerdan esas prohibiciones y las seguían a “rajatabla”. Además, las madres confeccionaban unos pañitos para esos días y enseñaban a las niñas a hacerse cargo ellas mismas de su lavado.
Manola lo explica de este modo:

“Tenía yo unos 11 años cuando me vino. Se asusta una… porque no te decían na. Había que coger unos trapitos pa que empapara. Porque entonces no había compresas ni de na de eso. Luego les poníamos agua y las soleábamos… Las bragas de tela y todavía las tengo de cuando me casé. Entonces no se entendía de na”.

María se dio un buen susto el día que le vino su primera menstruación. Y es que, en su caso, la madre se había excedido en sus miedos y los había traspasado a la otra hija mayor. Así lo cuenta ella:
“Ese día voy a campo y vengo con la regla. Mi madre le tenía dicho a mi hermana que yo era mu endeble y que no iba a resistir aquello. Porque era mu menuilla. Así que cuando me vi la sangre, fui a decírselo a mi madre y mi hermana empezó con un griterío: ¡que se muere, que se muere… Y yo asustá… y hasta que mi madre la tranquilizó, ¡vaya susto!"

miércoles

Isabel: la vida ahora es completamente diferente...

 Nací en el campo, cerca de Ubrique. Soy la más chica de cinco hermanos. Recuerdo que había un arbolito al lao de nuestra casa, que mi madre me decía que allí en ese arbolito me había dejado a mí la cigüeña. Eran las cosas de entonces…. Todavía voy por allí y veo el árbol y lo quiero yo muchísimo. Yo había hecho muchas cosas antes de venirme a Ubrique: cogía garbanzos, aceitunas, guardaba los pavos… ayudaba a mi padre en lo del carbón… he hecho de to…
A veces me pregunto cómo hacia yo todas esas cosas tan chica. En verano, que era cuando no había carbón, cogíamos garbanzos con tos mis hermanos; a eso se le llamaba ajustao, o sea, que se cerraba lo que íbamos a cobrar y la familia entera trabajábamos.
La trilla
 Pues me acuerdo que yo eran tan chica que se reían de mí porque iba detrás de la cuadrilla y lloraba muchísimo porque las manos se ponían fatal, de sangre… Y eso que mi madre nos hacia guantes de lona… Entonces pa curar las heridas, nos orinábamos en las manos. Y otra vez me pasó una cosa muy graciosa. Yo iba detrás de los pavos, porque era la más chica, la que hacia eso, y los animales señalaron y acorralaron una liebre... y yo me eché encima y cogí la liebre y llamé a mi hermano: ¡fulanito… que vengas a por la liebre, ven, ven… ¡ Y mi hermano vino y se la llevó…
Mi madre vendía las cosas de la huerta. Aquello era una casa en el campo, pero nosotros no éramos los propietarios. Era una cañá, y teníamos otras tierras arrendás. Al principio, mi padre sólo echaba carbón, pero luego, cuando ya nos vinimos al pueblo, echó una huerta. Mis dos hermanos trabajaban con él y mis hermanas y yo entramos en la fábrica. Yo ya tenía doce años. Mi hermana mayor era la que ayudaba más a mi madre en la casa. Ella no iba a trabajar a ningún sitio.
Grupo de hombres preparando la elaboración del carbón
Cuando `pienso en esos tiempo… la vida de ahora es completamente diferente. Pero vaya, cuando los jóvenes de ahora se quejan yo les digo que si hubieran vivido ellos aquello. Pero bueno, yo no tengo malos recuerdos, Éramos mu felices, porque no conocíamos otra cosa. No nos faltó de comer. Mi madre iba a donde está el pantano y se llevaba la burra cargá con lo que daba el tiempo: naranjas, granás… A mí me daba media naranja o media graná, porque se repartía según se trabajaba, a los más grandes que se los llevaban pa el campo. Entonces yo me las arreglaba pa sacar una graná o cualquier otra cosa… Te espabilabas… Ahora que cuando nos vinimos del campo todavía seguimos trabajando por las tardes, ayudando a mi padre en las faenas, cogiendo las cosas que él sembraba, to lo que mi madre vendía. Y el domingo había que ir a lavar pa tener la ropa limpia pa toa la semana. Entonces no se paraba de trabajar.
Isabel, la joven de la derecha, todavía adolescente
Entré en la fábrica con doce años, sin saber na.  Lo primero que me pusieron fue a rebajar, como pa aprender a hacer el almidón a hacer correíllas… lo hacías sola. Después cuando aprendí lo básico, me pusieron con un hombre. En esa fábrica eran tres aparceros. Yo salí de allí pa casarme. A mí me enseñaron a trabajar como a un hombre, como un oficial. Al casarme dejé el trabajo ese, pero en mi casa seguí con mis tareas sin parar.
Un taller de petacas (foto de autor desconocido)
http://www.urbanity.es/foro/edificios-en-general/13102-documentacion-grafica-ciudades-y-edificios-espanoles-50
Una de las fábricas de piel que aún quedan en Ubrique
En el verano entrábamos a las 7 y hasta las 3 de la tarde… y luego teníamos la tarea en la casa. En invierno salíamos a las 6 de la tarde, pero también seguíamos en casa con las tareas. No teníamos horario en la casa. No teníamos tiempo para el desayuno. Allí mismo en la mesa de trabajo comíamos como los pavos. Es que los dueños estaban allí, te miraban… Teníamos un jarrito de porcelana y llevábamos allí el café.
Jarrito de porcelana para el café (imagen tomada en el Museo de la Piel de ubrique)
Yo contenta, y la satisfacción de mis compañeros… Entonces teníamos ilusión, no es como ahora. Yo veía que ganaba dinero, que a los hombres les daban billetes de veinte duros. Yo decía: cuando yo gane un billete de veinte duros… y era pa darle el dinero a mi madre. Hasta la semana que me casé estuve así.